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viernes, 13 de junio de 2014

UN SOLDADO ESPAÑOL DEL AÑO 1600 POR EL MEDITERRÁNEO


CURIOSIDADES:




Nos encontramos con el testimonio del Capitán Alonso de Contreras, nacido en Madrid en 1582 y muerto después de 1641, que fue uno de los tantos guerreros españoles que lucharon por Europa, Asia y América en diversas campañas y acciones. Este Alonso de Contreras, tuvo la genial idea de plasmar sus aventuras por escrito en el “Discurso de mi vida”.

Dice así:

“Llegué a Palermo en breve tiempo y luego me recibió por paje de rodela el capitán Felipe de Menargas, catalán; serví le con voluntad, y él me quería bien. Ofrecióse una jornada para levante donde íban las galeras de Nápoles, al mando del general don Pedro de Toledo, y las galeras de Sicilía, al mando del general don Pedro de Leyva; iban a tomar una tierra que se llama Patrás; tocó embarcar la compañía de mi capitán en la galera capitana de César Latorre, de la escuadra de Sicilia; llegamos a Patrás, que está en la Morea, y echamos la gente a tierra haciendo su escuadrón firme; la gente suelta o volante emprendieron la entrada, con sus escalas, por la muralla; aquí sentí las primeras balas que me zurrearon las orejas , porque estaba delante de mi capitán con mi rodela y jineta. Se tomó la tierra, pero el castillo no; hubo muchos despojos y esclavos, donde, aunque muchacho, me cupo buena parte, no en tierra, sino en galera, porque me dieron a guardar mucha ropa los soldados, como a persona que no me lo habían de quitar; pero cuando llegamos a Sicilia, de lo ganado hice un vestido de muchos colores, y un soldado de Madrid que me había presentado como paisano, de quién yo me fiaba, me sonsacó unos vestidos de mi amo el capitán, diciendo que eran para una comedia; pensé que decía la verdad y que me había de llevar a ella, con lo cual cargó con toda la ropa, que era muy buena, lo mejor que tenía mi amo en los baúles, escogido por él, junto con unos botones de oro y un cintillo; al otro lado día vino el sargento a casa y dijo al capitán cómo se habían ido cuatro soldados, y uno de ellos era mi paisano; quédeme cortado cuando lo oí, y no dándome por entendido supe cómo las galeras de Malta estaban en el puerto, y me fui a embarcar en ellas. Llegado a Mesina, escribí una carta al capitán mi amo dándole cuenta del engaño de mi paisano; que yo no le había pedido licencia por temor.



la ciudad de Palermo


Como esto pasé mi viaje a Malta, y en la misma galera unos caballeros españoles trataron de acomodarme con el Recibidor del Gran Maestre, un honrado caballero que se llamaba Gaspar de Monreal, que se holgó mucho de que le sirviese; hícelo un año con gran satisfacción suya, y al cabo, le pedí licencia para irme a ser soldado a Sicilia, desde donde el capitán mi amo me solicitaba con cartas diciéndome cuánta satisfacción tenia de mi persona; dióme licencia el comendador Monreal, con harto pesar suyo, y me envió bien vestido.



Malta en la época del relato


Llegué a Mesina, donde estaba el virrey, duque de Maqueda; senté plaza de soldado en la compañía de mi capitán, donde serví como soldado y no como criado ni paje; de allí a un año, el virrey armó en corso una galeota y anunció que a los soldados que quisieran ir en ella les daría cuatro pagas de contadas; fui uno de ellos, y fuimos a Berbería. Era capitán de aquella Ruy Pérez de Mercado, y no habiendo topado nada en Berbería, a la vuelta encontramos otra galeota poco menor que la nuestra en una isla que llama la Lampedusa; entramos en la cala, donde se peleó muy poco, y la rendimos, cautivando en ella un corsario, el mayor de aquellos tiempos, que se llamaba Caradali, y junto con él otros noventa turcos; fuimos bien recibidos en Palermo por el virrey, y con la nueva presa se engolosinó tanto, que armó dos galeones grandes: Galeón de Oro y otro Galeón de Plata. Embarqué en el Galeón de Oro y fuimos a Levante, donde hicimos tantas presas que es largo de contar, volviendo muy ricos; yo, con ser soldado de tres escudos de paga, traje, por mi parte, más de trescientos escudos en ropa y dinero. Después de llegados a Palermo mandó el virrey que nos repartiesen lo que se había traído; me tocó un sombrero lleno hasta los forros de reales de a dos, con que comencé a engrandecer mi ánimo; pero a los pocos días me lo había jugado y gastado, con otros desórdenes.



Messina


Tornóse a enviar los dos galeones a Levante, donde hicimos increíbles robos en la mar y en la tierra, pues tan bien afortunado era este virrey; saqueamos los almacenes que están en Alejandreta, puerto de mar, donde llegan todas las mercaderías que traen por tierra de la India portuguesa, por Babilonia y Alepo; fue mucha la riqueza que trajimos. En el curso de estos viajes no dormía yo, porque tenía afición a la navegación, y siempre practicaba con los pilotos, viéndoles cartear y haciéndome capaz de las tierras que andábamos, marcando puertos y cabos, lo que después me sirvió para hacer un derrotero por todo el Levante, la Morea, Anatolia, Caramanía, Siria y Africa hasta llegar a Cabo Cantin, en el mar Océano… este derrotero anda de mano mía por ahí, porque se lo pidió el príncipe Filiberto para verle y se quedó con él…



Combate naval Siglo XVII por Juan de Toledo. Museo Prado.


Viendo que las galeras de la Religión estaban para partir a Levante, de empresa, me embarqué en ellas por aventurero, y en veinticuatro días fuimos y volvimos, habiendo tomado una fortaleza de la Morea, que se llama Platza, de la cual se trajeron quinientas personas entre hombres, mujeres y niños; el gobernador y su mujer, hijos, caballos y treinta piezas de artillería de bronce que espantaron al mundo, y todo sin perder un hombre; verdad es que pensaron era la armada de cristianos que estaba en Mesina reunida. En el mismo año de 1601 fueron las mismas galeras de Berberia a hacer otra empresa. Embarqué, aventurero, como en el viaje pasado, y tomamos una ciudad llamada la Mahometa; fue de esta suerte.



Desembarco Siglo XVII por Juan de Toledo. Museo del padro


Llegamos a vista de tierra la noche antes de que hiciéramos la empresa, y mandó el general que todos no pusiésemos turbantes en la cabeza y desarbolaran los trinquetes, de suerte que parecíamos galeotos de Mataró. Arraez y así lo creyeron ellos, enarbolando banderas y gallardetes turquescos, y con unos tamborilillos y charamolas tocaron a su usanza; de esta manera llegamos a fondear muy cerca de tierra; la gente de la ciudad, que está en la misma lengua del agua, salió casi toda; niños, mujeres y hombres; estaban preparados trescientos hombres al efecto, que no fueron perezosos en hacerlo, y con presteza embistieron contra la puerta y la ganaron, quedando presa; yo fui uno de los trescientos, cogimos todas las mujeres y niños y algunos hombres, porque huyeron muchos; entramos dentro y saqueamos, pero mala ropa, porque son pobres vagarinos. Embarcáronse setecientas almas y la mal ropa; vino luego socorro de más de tres mil moros a caballo y a pie; por lo cual dimos fuego a la ciudad y nos embarcamos. Nos costó tres caballeros y cinco soldados, que se perdieron por codiciosos; y volviéndonos a Malta contentos, gasté lo poquillo que había ganado, pues las quiracas ( mozas del partido) de aquella tierra son tan hermosas y taimadas, que son dueñas de cuanto tienen los caballeros y soldados.”
 



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